Expertos: fin del racionamiento llega sin que la crisis de agua en Bogotá esté superada


Expertos: fin del racionamiento llega sin que la crisis de agua en Bogotá esté superada

De arriba hacia abajo, de izquierda a derecha: Michelle A. Urrea, Andrés Torres, Daniel Rivera, Alejandro Franco y Andrés Hernández.


por Red de Expertos, publicado originalmente en La Silla Vacía


“Después de un año de la peor crisis de agua que ha tenido Bogotá en su historia, podemos anunciar hoy que mañana a las ocho de la mañana termina el racionamiento de agua en Bogotá”, dijo hace unas horas el alcalde de Bogotá Carlos Fernando Galán.

Según Galán, el levantamiento de la medida responde a un cambio en la tendencia del año hidrológico —criterio técnico definido por el Acueducto—, del cual, dice, ya hay señales claras. Además, afirmó que el sistema Chingaza está hoy por encima del nivel promedio que ha tenido en esta misma época en otros años.

La Silla Vacía conversó con cinco expertos en gestión del agua sobre esta decisión y sobre la efectividad del racionamiento que, justamente hoy, cumplía un año desde que fue decretado. Esto dijeron.

¿Es un buen momento para levantar el racionamiento?


Alejandro Franco


“Los embalses ya sobrepasaron el nivel de llenado”

Alejandro Franco

Ingeniero civil. MSC Recursos hidráulicos.


Por las lluvias que ha habido desde noviembre, y en especial las de estos primeros meses del año, los embalses ya sobrepasaron el nivel medio o normal de llenado que suelen tener en esta época del año. Y se espera que el resto del año sea húmedo. Por eso es un buen momento para levantar el racionamiento.


Pero sin medidas adicionales volveremos a la misma situación en cuatro o cinco años. Los ciclos de El Niño y La Niña se presentan de forma recurrente así que, si no implementamos medidas estructurales de fondo, seguiremos repitiendo este patrón de vulnerabilidad cada vez que haya un nuevo ciclo climático.


Michelle Urrea, ingeniera Industrial, abogada y máster en Ingeniería Ambiental.


“No significa que la crisis está superada”

Michelle Atala Urrea Vivas

Asesora e investigadora en temas de política y economía ambiental


Levantar el racionamiento obedece al aumento de las lluvias que han permitido una leve recuperación de los niveles de los embalses, pero no a que se haya superado la crisis por la sequía ni a que los embalses hayan alcanzado su capacidad máxima.


Actualmente, los embalses del sistema Chingaza están casi en el 40 % de su capacidad. Este nivel no permite afirmar que la situación sea sostenible en el corto o mediano plazo, especialmente porque sigue dependiendo de factores climáticos altamente variables, como las lluvias. Ahora que se levantó, debería hacerse de forma paulatina y controlada para evitar un efecto rebote que haga que se agote el agua con mayor velocidad.


Andrés Torres, director del Instituto Javeriano del Agua.


“Suspender la medida es prematuro”

Andrés Torres

Director del Instituto Javeriano del Agua.


Los embalses no están en un nivel seguro para levantar el racionamiento. A menos que se implementen otras estrategias antes, se debería estar hablando de levantar la media hacia junio.


¿Puede haber nuevos racionamientos?


Daniel Rivera


“La tendencia sugiere una alta probabilidad de que haya un nuevo racionamiento”

Daniel Rivera

Asesor internacional en gestión de recursos hídricos.


Aún con la reciente mejoría en los niveles de los embalses, Bogotá continúa en una situación límite que podría justificar la aplicación de nuevas fases de racionamiento. Los análisis estadísticos indican que, durante las épocas de sequía entre diciembre y abril, cerca del 80 % de los embalses del país reducen sus niveles de almacenamiento del 80 % al 40 % en periodos muy cortos, de alrededor de tres meses.


Desde 2020, se ve una tendencia progresiva a la reducción de los niveles de almacenamiento. Por ejemplo, en el sistema Chingaza los niveles bajaron del 46,1 % durante la temporada seca de 2022, al 40,5 % en 2023, y al 15,8 % en 2024. En abril de 2025, el nivel alcanzó un 40,1 %.


Aunque no es posible predecir con certeza cuándo podría presentarse un nuevo descenso como el de 2024, la tendencia sugiere una alta probabilidad de que ocurra nuevamente, lo que podría activar de nuevo las condiciones para un racionamiento.


“Tenemos un sistema vulnerable y la situación podría repetirse” Alejandro Franco. El mayor aprendizaje debería ser que tenemos un sistema de abastecimiento vulnerable y que esta situación podría repetirse. Pensar que basta con más infraestructura para resolver el problema es asumir que el agua es infinita y que podemos crecer y consumir sin límites.


Es necesario que, como sociedad, como Estado y desde cada sector, incluida la industria, entendamos que todos podemos aportar. Reducir el consumo y aprovechar recursos como el agua lluvia es clave, pero en la mayoría de los casos esta se está desperdiciando.


Por ejemplo, se podría implementar un descuento en el impuesto predial para quienes instalen sistemas de captación de agua lluvia en sus viviendas y demuestren que los están utilizando efectivamente para reducir su consumo de agua potable. Ese tipo de acciones requieren inversión por parte de los propietarios, pero también incentivos desde el Estado para que realmente se adopten de forma masiva.


“Sin medidas estructurales, los racionamientos podrían dejar de ser eventos excepcionales”, Michelle Urrea. La débil gestión del agua, enfocada en mitigar impactos inmediatos; la lenta recuperación de las cuencas hídricas, afectadas por una alta carga contaminante y lluvias parciales que ralentizan la reposición en los embalses; y la falta de gestión e inversión en nuevas infraestructuras —agravada por la inacción de los actores políticos frente a su creación y actualización—, pueden hacer que el racionamiento vuelva a ser una realidad.


Para el 17 de marzo de este año, Bogotá registró un consumo diario de 17,23 m³/s, que equivale a un 38,41 % de los niveles del Sistema Chingaza. Esta proporción es elevada considerando la oferta y la demanda actuales y eso aumenta el riesgo de que la ciudad alcance una situación de vulnerabilidad durante episodios de sequía.


Dado que los episodios de sequía serán cada vez más frecuentes, la capacidad de adaptación será fundamental para afrontar posibles racionamientos futuros. Por eso se debe enfocar el trabajo en aumentar la disponibilidad de agua mediante sistemas de tratamiento de aguas residuales.


Si no se implementan medidas estructurales, como el fortalecimiento del monitoreo, la planificación territorial adaptativa, el reúso de aguas residuales y un control más riguroso del consumo, los racionamientos dejarán de ser eventos excepcionales y podrían convertirse en parte de la nueva normalidad.


“Harán todo lo posible para evitar que vuelva”, Andrés Torres. No lo veo muy probable, en parte porque el negocio del Acueducto se basa en vender agua, casi como si fuera una embotelladora. Por eso, el racionamiento no les conviene: reduce el consumo y, en consecuencia, también la facturación. En ese sentido, creo que harán todo lo posible por evitar que vuelva a suceder.


¿Qué tan efectivo fue?


“El racionamiento diluyó la responsabilidad institucional”, Daniel Rivera. Quizás el mayor mérito del racionamiento ha sido posicionar el tema del agua como una prioridad. Pero frente a la magnitud de la crisis su efectividad fue modesta y su impacto limitado porque es una medida orientada a aliviar la emergencia y mitigar temporalmente la escasez de agua, que seguirá afectando a la región.


Además, diluyó la responsabilidad institucional al trasladarla en parte a los ciudadanos bajo el argumento cuestionable de que el agravamiento de la crisis se debía, en gran medida, al uso irracional del agua por parte de los usuarios. Pero la crisis se ha venido gestando desde hace más de una década y no es realista atribuirla al supuesto consumo excesivo de la población ni a una alteración repentina del ciclo hidrológico.


El problema de fondo son las graves omisiones y deficiencias de gestión por parte de las entidades responsables del agua, así como la falta de una estrategia de planificación consolidada a mediano y largo plazo.


Hay que decir que los niveles de los embalses que tenemos hoy no son consecuencia del racionamiento sino de cosas como el regreso de las lluvias por encima del promedio histórico entre noviembre de 2024 y marzo de 2025, la ampliación de la capacidad de producción de la planta de Tibitoc y, en una parte más pequeña, por el ahorro derivado del racionamiento.


Este ahorro fue un esfuerzo importante y costoso para la ciudadanía en términos de calidad de vida, pero después de un año de restricciones el volumen almacenado alcanza apenas para abastecer a la ciudad y su área metropolitana por poco más de 30 días.


Según el Acueducto, entre 2023 y 2024 se logró una reducción media del consumo cercana al 10 %. Pero reducir aún más el consumo promedio en Bogotá será difícil porque ya se acerca al umbral mínimo recomendado por la OMS para garantizar el bienestar y la dignidad humana de 100 litros por persona al día.


“El impacto del racionamiento no puede medirse en cuánta agua se ahorró”, Alejandro Franco. El racionamiento resultó de las bajas lluvias 2023 y 2024 que llevaron a que el nivel de los embalses bajara progresivamente. Eso coincidió con obras en la planta Tibitoc —que abastece agua desde el río Bogotá en la zona norte—, lo que dejó al sistema en una condición de mayor vulnerabilidad.


Pero el impacto del racionamiento no puede medirse solo en cuánta agua se ahorró. El verdadero valor estuvo en generar conciencia sobre la vulnerabilidad del sistema y la escasez de agua, para que las personas no aumenten su consumo y empiecen a cambiar hábitos. Algo que debe resaltarse de este año de racionamiento fue la operación que adelantó el Acueducto al empezar a abastecer en mayor medida desde el sistema norte y optimizar el manejo de válvulas, lavados y consumos, para que el agua disponible se utilizara realmente en el abastecimiento.


“La medida estuvo mal planteada”, Andrés Torres. Más que ineficaz, la medida fue poco estratégica y nunca se alcanzaron los 15 metros cúbicos por segundo, que era la meta del alcalde. La medida estuvo mal planteada porque nunca se explicó de dónde salía esa cifra y porque la responsabilidad de reducir la demanda recayó únicamente en el sector residencial, que tuvo una exigencia excesiva.


Además, se enfocó en reducir la demanda, pero no consideró opciones para aumentar la oferta durante la crisis y eso muestra una visión limitada para enfrentar el problema. Y sigue el tema de las pérdidas de agua, que superaron el 37%. Si se hubiera trabajado decididamente en reducirlas, probablemente no habría sido necesario implementar un racionamiento, ni siquiera uno leve.


Fue un año muy triste y paradójico para el país. Es increíble que hayamos llegado a esta situación siendo un país tan rico en recursos hídricos y con Bogotá que recibe entre 700 y 1.300 milímetros de lluvia al año. Solo con recolectar esa agua podríamos tener una oferta suficiente. Lo que ocurrió obedece a una mala gestión. No hablo solo de esta administración o de la anterior, sino de una gestión históricamente deficiente del agua en Bogotá.


“Fue efectivo para garantizar la distribución”, Michelle Urrea. El racionamiento de agua es una de las medidas blandas más comunes. En Bogotá permitió limitar la disponibilidad para mantener volúmenes constantes y prolongar el tiempo de uso del agua. En ese sentido fue efectivo para garantizar la distribución suficiente a todos los sectores y cuidar la salud pública, el desarrollo económico y la conservación de las fuentes de agua potable.


El racionamiento como medida de emergencia durante periodos prolongados de sequía no es una acción excesiva. Por el contrario, ayuda a evitar escenarios más críticos, como la declaración de un “Día Cero”, en el que una ciudad o región se quedaría sin agua potable para el consumo diario. Por eso, es necesario desarrollar e incorporar esquemas de racionamiento como parte integral de los planes de gestión de sequías y fijar una clasificación de los distintos usos del agua según su prioridad.


¿Qué aseguraría el futuro del agua en Bogotá?


Andrés Hernández


“Necesitamos un consenso de seguridad hídrica para la Sabana de Bogotá”

Andrés Hernández

Politólogo de la Universidad de los Andes. PhD en Ciencias Políticas y de Administración.


Una medida central es alcanzar un acuerdo y consenso urgente sobre una propuesta de seguridad hídrica para la Sabana de Bogotá, con la participación de la Alcaldía, el Ministerio de Ambiente, la CAR, la Gobernación, la Región Metropolitana (RM), la Rape y los alcaldes, entre otros.


El consenso debe traducirse en una hoja de ruta para dar prioridad a acciones e inversiones en protección de zonas de recarga de acuíferos, microcuencas, páramos y humedales; consolidar una región hídrica; e impulsar programas de restauración que involucren a todos los niveles institucionales.


Aunque existen políticas, programas e instrumentos orientados a la seguridad hídrica y el saneamiento, están fragmentados, sin articulación ni recursos suficientes para proteger la estructura ecológica regional y garantizar el abastecimiento. Tampoco se han tomado decisiones claras para proteger ríos, quebradas, humedales, páramos, lagunas y acuíferos, ni existen mecanismos efectivos para resolver conflictos entre el uso del suelo y proyectos de infraestructura.


Uno de los mayores retos es consolidar una gobernanza colaborativa que articule normas, programas, planes y proyectos de todos los actores en torno a la gestión sostenible del agua y el saneamiento ambiental. Para lograrlo, es clave establecer espacios estables y mecanismos eficaces de coordinación, que permitan ordenar e integrar instrumentos de planeación ambiental y lineamientos de seguridad hídrica.


Las decisiones urgentes incluyen: estrategias para el uso de aguas subterráneas; construcción o no de nuevos embalses; protección de suelos rurales, zonas de recarga y humedales; definición de áreas suburbanas y de vivienda campestre; reglamentación de vertimientos y uso del agua; metas de cargas contaminantes; y protección de acueductos comunitarios.


Si los distintos planes y lineamientos (como el Pomca del río Bogotá, los lineamientos ambientales para la sabana, los hechos metropolitanos, el POT de Bogotá o el plan de seguridad hídrica de la Rape) no logran articular visiones y consensos, será difícil avanzar en estrategias efectivas de seguridad hídrica y reducción del riesgo de desabastecimiento.


La estrategia de participación del Ministerio de Ambiente ha sido limitada: no logró convocar una gobernanza multinivel ni propuso una zonificación clara, espacios de coordinación estables o metodologías de cartografía social. La respuesta del alcalde y la Gobernación ha desconocido el trabajo técnico del Ministerio, generando incertidumbre y resistencia con argumentos imprecisos. Así, se diluye la posibilidad de construir gobernanza y discutir lineamientos clave para el equilibrio entre desarrollo, seguridad hídrica y protección ambiental.


“El futuro del agua depende de la gestión que le demos”, Andrés Torres. El futuro del agua en Bogotá saldrá del conjunto de lecciones aprendidas. Que el tema ya esté en la agenda es positivo y marca un punto de partida para que, en adelante, tenga un papel más importante en la discusión pública.


Creo que ya se han empezado a tomar algunas medidas, como los proyectos relacionados con aguas subterráneas apoyados por la banca multilateral y la idea de ampliar Chingaza. También hay avances en la gestión de pérdidas del acueducto, que por fin comenzó a moverse.


Entonces, el futuro del agua depende de la gestión que le demos, no podemos dejarlo simplemente en manos del clima y en ese sentido creo que hubo campanazos y alertas que activaron procesos. Ahora habrá que ver si esos procesos realmente dan frutos.


Aún se podría hacer mucho más, especialmente en temas como el aprovechamiento de aguas lluvias. Por ejemplo, podrían implementarse sistemas móviles de tratamiento de agua cruda o almacenamientos temporales para distintos usos, y sería posible ser más ambiciosos con prácticas que ya funcionan en otras regiones del país y que aquí ni siquiera se han mencionado.


La instalación de sistemas de drenaje sostenible debería ser obligatoria en vías, nuevas urbanizaciones, parques y otros espacios, porque estos sistemas no solo permiten recolectar agua, sino también mitigar inundaciones; sin embargo, hasta ahora no se han contemplado, o al menos no hay información pública al respecto.


“Una opción clave es el tratamiento y la regeneración de aguas residuales”, Michelle Urrea. Las acciones de preparación para los próximos años deben centrarse en enfrentar la fragilidad y vulnerabilidad del sistema hídrico, empezando por su alta dependencia de fuentes puntuales como el sistema Chingaza.


Estamos sentados sobre una bomba de tiempo si no se reconoce que las variaciones climáticas, sumadas a una planificación urbana deficiente y a la falta de infraestructura adecuada para almacenar, distribuir y tratar aguas residuales, pueden hacer que la escasez de agua se vuelva la nueva normalidad.


Bogotá necesita con urgencia desarrollar un sistema alternativo de abastecimiento de agua, como el tratamiento y la regeneración de aguas residuales, una solución que ya ha demostrado ser fundamental en otras ciudades que enfrentan sequías. Este tipo de sistema permitiría reducir la presión sobre las fuentes convencionales y brindar mayor control sobre la disponibilidad del recurso.


Ya se están implementando medidas preventivas y de mitigación, como el monitoreo constante de embalses, el control del consumo de los grandes usuarios, la reducción de presión en las redes durante las horas pico, y campañas de ahorro y concientización sobre el reúso del agua. El Acueducto también avanza en la construcción de la PTAR Canoas, un proyecto que no solo mejorará la gestión de aguas residuales, sino que liberará un caudal que podría usarse para recargar acuíferos o para fines agrícolas, industriales y comerciales. Más importante aún, esta obra aportará a la recuperación ambiental de cuerpos de agua como los ríos Bogotá y Magdalena.


En este proceso, la participación ciudadana es clave para lograr un uso eficiente del recurso hídrico. Muchos ciudadanos se comprometen con el cuidado del agua mientras duran las medidas de racionamiento, pero una vez se levantan, la demanda suele aumentar otra vez. Esto genera un comportamiento cíclico: compromiso en tiempos de escasez y desperdicio en tiempos de abundancia.


“Hay mucho espacio para mejorar”, Daniel Rivera. Algunas lecciones para el futuro son la necesidad de que el Distrito y el Acueducto se esfuercen por renovar y fortalecer la institucionalidad y la gobernanza del agua, lo cual es imprescindible para concertar y definir un plan estratégico de gestión del agua de mediano y largo plazo, así como un plan ordenado de inversiones con objetivos escalonados, realistas y con fuentes de financiamiento.


Hay mucho espacio para mejorar el aprovechamiento del agua disponible a través de la innovación, el uso de tecnologías, energías renovables, sistemas de regeneración y reutilización de aguas residuales, y la optimización de la infraestructura. Es clave agilizar la consultoría con la Universidad de los Andes para la estructuración y el desarrollo del Plan Maestro de reducción y control de pérdidas técnicas y comerciales de agua, que se acercan al 34 % del volumen producido; si este índice se redujera a la mitad, se podría suministrar agua potable a cerca de 2,5 millones de personas cada día.


Además, se deben acelerar los estudios en curso para evaluar y utilizar de manera sostenible nuevas fuentes de abastecimiento y almacenamiento de agua, incluyendo el potencial de aprovechamiento de las aguas subterráneas.


“Debemos avanzar en la instalación de sistemas para captar agua lluvia”, Alejandro Franco. Este periodo se desaprovechó en buena medida porque la mayoría de las personas y viviendas no cuentan con sistemas de captación de agua lluvia ni con mecanismos de ahorro.


Ahí tenemos un gran reto: debemos avanzar en la instalación de sistemas para captar agua lluvia en casas, conjuntos residenciales, empresas y demás espacios. Solo así podremos hacer un uso más eficiente del agua disponible y reducir nuestra vulnerabilidad ante futuras crisis.


El Acueducto propone construir nuevos embalses, como Chuzados en Chingaza, para redirigir agua que hoy fluye hacia la Orinoquía. Pero los páramos han sido golpeados por el cambio climático: llueve menos, y ya se siente. Por eso, no está claro que un nuevo embalse sea la solución. Hay otras opciones, como usar los embalses del río Bogotá, como Tominé, hoy destinados sobre todo a energía y riego. Si el consumo humano es prioridad, toca revisar cómo se reparte el agua en esa cuenca.


No solo es construir, sino cómo usamos la infraestructura que ya existe. Embalses como Neusa y Tominé deberían aportar más al consumo humano, y ahí la CAR tiene un papel clave: ajustar las reglas para que eso pase.


Claro, eso implica retos técnicos, como bombear agua a zonas altas. Pero el Acueducto ya trabaja en obras clave como nuevas líneas troncales hacia el sur, tanques para mejorar la presión y continuidad en sectores como Ciudad Bolívar, y una nueva tubería en La Regadera, donde se pierde casi la mitad del agua por fugas e ilegalidad. No todo se resuelve en el norte o en Chuza. El sistema sur también necesita intervenciones urgentes.


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